El libro pintaba muy bien: una mujer en Buenos Aires recibe una encomienda de Colombia en la que viene su mamá y esto desencadena una serie de reflexiones de la protagonista sobre su pasado, sus recuerdos, sus miedos, pero también sobre su futuro y las decisiones que debe tomar.
La encomienda es una novela en la que pasan muchas cosas y al mismo tiempo no pasa nada. Es como la vida misma si cada uno empezara a narrarla describiendo lo que ocurre y cómo lo percibe, con el condimento especial que le pone la forma de narrar de García Robayo que es reflexiva, pero tambien irónica y divertida.
Al final quedan más preguntas que respuestas, la sensación de que se trató de una obra muy personal para la autora y los demás apenas alcanzamos a asomarnos al verdadero significado de lo que leímos. Me gustó, pero me dejó desconcertada.
Lo bueno del llanto es que arrasa con pesares atorados que nunca son los del momento, sino otros: se llora por lo pasado y por lo que ni siquiera sabemos que va a pasar. Y cuanto más intenso es nuestro llanto, más poderosa es la corriente que se lleva todo por delante.

