La edad de hierro es uno de los libros más extraños que he leído, porque no logré conectar con ninguno de los personajes y permanentemenete sentí una tensión y una incomodidad que no me permitían disfrutar completamente de la lectura.

Se trata de la historia de la señora Curren, una profesora retirada que vive sola en la Sudáfrica del apartheid y que se entera de que está muriendo de cáncer. Entonces le escribe a su hija, que vive en Estados Unidos, una carta en la que le cuenta lo que está viviendo, permitiendo que el lector entrevea la situación política del país y el conflicto interno de la Sra. Curren, que parece perder poco a poco la poca esperanza que le queda.

Los otros dos personajes clave del libro son Florence y Vercueil. Florence es la empleada doméstica negra de la Sra. Curren y Vercueil es un indigente blanco que vive frente a su casa y termina entablanco una relación de cuidado extraña con ella. Parte de mi sensación permanente de inquietud durante la lectura del libro se debía precisamente a esas relaciones, porque desde mi perspectiva la Sra. Curren confiaba demasiado en ellos y ellos parecían no estar interesados en su bienestar la mayor parte del tiempo.

Vercueil se convierte de alguna manera en un confidente y es así como se va revelando la historia de vida de la protagonista. Florence, por su parte, involucra en la vida de la Sra. Curren a su hijo Bekhi, que forma parte de las revueltas contra el apartheid y la hace adentrarse en lugares y situaciones violentas, cuestionando continuamente sus perspectivas sobre la situación de los negros, el rol de la policía y los medios, la indolencia de los blancos, entre otros temas.

También es una novela sobre la enfermedad, la soledad y el cuidado más bien triste y desesperanzadora. Yo no se la recomendaría a nadie… deja una sensación de desasosiego de la que cuesta liberarse. 

¡Qué fácil es amar a un niño y qué difícil amar a eso en lo que se convierte un niño!