Tardé algunas páginas en tomarle el ritmo a la novela y a los personajes, porque cuando hablaba de un Loprete no entendía si se refería a algún tipo de oficio, una persona o algún concepto inventado para la historia, pero una vez que entré en ella fue fácil terminarla e interesarme por el destino de sus personajes.
A lo largo de la narración seguimos a Manoel y al Tano, un joven y su padre adoptivo, quien tomó esta responsabilidad tras el asesinato de sus padres. Descubrimos quién los asesinó y nos embarcamos con ellos en el camino de la venganza.
Para mí fue un libro extraño porque se siente pausado, con diálogos bastante escasos, ambientado en un lugar desolado donde parece que no pasa nada y sin embargo es un libro lleno de violencia, en el que se percibe más de lo que se menciona directamente. Es un libro de 150 páginas que tiene 62 capítulos, lo que quiere decir que los capítulos son muy cortos y con palabras perfectamente seleccionadas para transmitir las sensaciones de habitar ese territorio, teniendo la venganza como destino. No creo que le guste a todo el mundo, yo aún no tengo claro si me gustó o no.
A los fantasmas hay que pelearlos de entrada, Tanito, porque si no se afianzan, ¿sabes?, y se acaban instalando y no se van más.

