Cuando se lee este libro es inevitable pensar en la clase de persona que era Julio Cortázar y en los caminos que transitaba su imaginación a diario. Personalmente, me imaginé a alguien que se fija en todos los detalles de lo que ve, que deja volar su mente pensando en cada uno y que se plantea las ideas más disparatadas en relación con ellos.
Me imaginé a alguien que no solamente tiene ideas irracionales, como las tenemos todos a veces, sino que les da alas, las desarrolla y las convierte en piezas literarias extraordinarias, a veces delirantes, a veces satíricas, a veces tan irónicas como la vida misma.
Es un libro que hay que leer con la mente abierta y sin prejuicios, solo por el placer de entrar en una mente muy original.