Hay algo genial en los libros de Arturo Pérez Reverte y es que mientras uno los lee, se siente frente a un experto en un tema, dispuesto a enseñar lo que sabe.
Eso sentí leyendo El maestro de esgrima y eso sentí leyendo La tabla de Flandes.
Me imagino a Pérez Reverte mientras lo escribía, leyendo sobre arte flamenco y ajedrez y reproduciendo en su tablero las jugadas a medida que las escribía.
La mezcla de sos sucesos que dieron origen al cuadro y de la investigación alrededor de él hace que el misterio te envuelva mientras lo lees y no quieras soltar el libro hasta tener clara toda la historia. Me encantó y lo recomiendo.
Lo hermoso es enseñar a volar a un gorrioncillo, porque en su libertad va implícita tu renuncia…