Cuando empecé este libro no sabía que de alguna forma era una segunda parte del ensayo sobre la ceguera.
El libro tampoco se delata rápido. No es hasta cuando la historia esta muy avanzada que aparecen los personajes que ya conocemos, pero tristemente la agridulce esperanza que dejó el ensayo sobre la ceguera sobre su futuro muere completamente en el ensayo sobre la lucidez. ¡Qué ironía!
Hay que reconocer que la idea además de genial es actual y muy apropiada para la situación política que se vive en el mundo: gana el voto en blanco y todos los políticos se enloquecen, una fórmula para el desastre.
Este libro no es tan entretenido como su predecesor. Hay momentos en los que, de hecho, es muy aburrido porque se extiende en discusiones políticas entre personajes ficticios, pero es parte del cuadro que quiere pintar Saramago. Es un libro que vale la pena porque Saramago siempre la vale.
He aprendido en este oficio que los que mandan no sólo no se detienen ante lo que nosotros llamamos absurdos, sino que se sirven de ellos para entorpecer la consciencia y aniquilar la razón.