Este es un libro absolutamente chocante para quienes, como yo, se criaron en una cultura occidental en la que, a pesar de ciertas pequeñas diferencias, hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y somos tratados de formas similares.
La verdad es que no sé qué tanto del libro sea cierto y qué tanto sea libertad creativa del autor, pero todo lo que escribe se corresponde con la idea que tenemos la mayoría de Afganistán y otros países de la zona.
Como mujer, este libro me causó rabia e indignación. No puedo soportar que a las mujeres se les trate como objetos, como propiedades sobre las cuales los hombres pueden tomar decisiones, porque al fin y al cabo solo son útiles para tener hijos…siempre y cuando sean varones por supuesto.
La historia que cuenta el libro es bella, pero triste y llena de violencia e injusticia contra las mujeres. Primero se cuenta la vida de Mariam, la hija ilegítima de un hombre de negocios que es repudiada por la familia de este y que tras vivir una tragedia a los 15 años es obligada a casarse con Rashid, un hombre mucho mayor que ella. Luego se cuenta la historia de Laila, una niña que vive en una familia menos represiva, con sueños y posibilidades de estudiar y de conocer la libertad. Al igual que Mariam, Laila sufre una tragedia y termina casándose con Rashid para salvar su vida.
Esta situación da lugar a la tercera parte del libro, en la que se explora la vida de la nueva familia conformada a causa de la tragedia. Al comienzo Mariam se siente humillada, pero con el tiempo y las circunstancias las dos mujeres se convierten en amigas, en madre e hija y a pesar de lo dura que es la historia, la relación entre ellas proporciona alguna esperanza.
El final del libro es conmovedor, tengo que decir que pocos libros me han hecho llorar y ahora este entra en esa lista. Este libro me hizo pensar que a veces no nos damos cuenta de la suerte que tenemos: el simple hecho de que el destino me haya puesto acá y no en otro país ya es una ganancia para mi vida.
Nadie sale indemne de Mil soles espléndidos.
Porque una sociedad no tiene la menor posibilidad de éxito si sus mujeres no reciben educación.