Fahrenheit 451 es una referencia cuando se habla de distopías, es un libro famoso, recomendado, que aparece en todas las listas y que se considera un clásico de la literatura moderna. Por eso me cuesta decir que no me gustó.
Esta es la tercera vez que trato de leerlo y la primera que lo acabo. Las dos veces anteriores avancé unas diez páginas y lo dejé porque me aburría; esta vez tuve la fuerza de voluntad para terminar de leerlo a pesar de que seguía aburriéndome.
El libro tiene ideas muy interesantes como la de los bomberos quemando libros en lugar de apagar incendios, como la de las parejas que no saben ni por qué están juntas, como la de las pantallas que remplazan las paredes para mantener entretenida a la gente, como la de los programas que obnubilan a la gente o como la de los libros (y las enciclopedias humanas) para escapar del conformismo y la mansedumbre; pero si se considera como un todo, no me parece un gran libro.
En ocasiones era confuso y me hacía preguntarme si se trataba de problemas de la traducción o si así era también el libro original. En otras ocasiones trataba de plantear reflexiones profundas sobre la sociedad, pero se quedaba corto y se quedó especialmente corto al final. Alguien que había leído el libro hacía poco tiempo me dijo que para él fue como si el autor se hubiera cansado de escribir y hubiera acabado de escribir el libro solamente porque le tocaba. Esa fue la misma sensación que tuve.
La verdad es que no lo recomendaría, me decepcionó mucho.
Cuando no se tiene nada que perder, pueden correrse todos los riesgos.