No pude continuar resistiendo la tentación y compré un Kindle. Estuve buscando información online y revisando características hasta que decidí comprar el Kindle Paperwhite que llegó hace 2 semanas a mis manos.
Quería que el primer libro que leyera en el Kindle fuera significativo, para recordarlo en el futuro como un hito en mi vida de lectora y por eso antes de recibirlo dediqué un tiempo considerable a buscar ebooks y a decidir cuál sería mi primera lectura en este nuevo formato. Finalmente la balanza se inclinó por Matar a un ruiseñor, una obra que estaba en mi lista de lectura, considerada un clásico de la literatura norteamericana y ganadora del premio Pulitzer de ficción en 1961.
Tenía alguna idea del tema sobre el que trataba el libro, pero no sabía que la narradora era una niña y eso fue lo primero que me sorprendió. De hecho, mientras leía la primera parte del libro alcancé a pensar que estaba leyendo otra cosa, pues en ella Scout (la pequeña narradora) se dedica a introducir a todos los personajes y a contar inocentemente cómo es su vida en Maycomb, Alabama, y no es hasta el final de esa primera parte que se menciona el tema del juicio contra Tom Robinson.
En todo caso, esta larga introducción es útil para entender el grado de inequidad, racismo e ignorancia de algunos personajes, en contraste con la magnanimidad de otros. Y esa magnanimidad tiene en este caso un nombre propio: Atticus Finch.
Atticus Finch es el padre de Scout y de Jeremy (Jem), un abogado ejemplar que solo busca que se cumpla la ley, sin corrupción, sin favoritismos y sin el racismo que predominaba en la época. Un personaje al que no acabo de descifrar, pero que me fascinó y me intrigó particularmente por la relación tan especial que tiene con sus hijos.
El relato es difícil por los temas que trata, pero el hecho de que lo cuente una niña lo hace más liviano, pues se mezclan los comentarios despectivos con las pequeñas travesuras de su día a día. De todas maneras es inevitable pensar en el racismo y en la injusticia que este genera y es inevitable pensar que aunque hoy, supuestamente, no hay racismo en las instituciones, suceden tragedias como la de Walter Scott, que sin cometer ningún crimen fue considerado culpable por un policía y asesinado sin derecho a defenderse.
Ahora veré la película para comparar mis impresiones.
La rectitud de un tribunal llega únicamente hasta donde llega la rectitud de un jurado, y la rectitud de un jurado llega sólo hasta donde llega la de los hombres que lo componen.
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