Creo que la última entrega de Falcó fue la que más me gustó y no solo porque ocurre en mi ciudad favorita, París, sino también porque el componente histórico incluye a personajes de la vida cultural europea de la época.
En esta aventura Falcó vuelve a jugar en el bando franquista y, como lectora, me vuelvo a
encontrar deseando que «gane» aunque esa ideología no sea precisamente la mía. Es la clase de novela en la que hay buenos y malos, pero se puede simpatizar con todos porque depende del cristal con el que se mire.
También es la clase de novela en la que Pérez-Reverte cuestiona a España y se gana enemigos; en este caso en particular la polémica gira alrededor del arte de Piccaso, que para muchos es un símbolo de España y por lo tanto genera discusiones que caen en la subjetividad.
Yo personalmente lo aprecié y lo recomiendo. Falcó se despidió como todo un caballero.
La duda destruye más que las certezas.