Leí un artículo de Harvard Business Review que hablaba sobre la sensación de pérdida que genera la situación en la que nos encontramos (pandemia, COVID-19) y sobre la necesidad de hacerle el duelo al mundo que está dejando de existir. Ese artículo me hizo recordar que tenía pendiente este libro y, aunque quizá leer sobre el duelo no sea la mejor idea en este momento, sentí una necesidad imperiosa de hacerlo.
El año del pensamiento mágico es un libro muy personal y muy íntimo, en el que Joan Didion nos cuenta cómo vivió el año siguiente al fallecimiento de su esposo, mostrándonos su proceso de duelo y todas las reflexiones que realizó en medio de él. Es un libro en el que los episodios de su vida familiar y conyugal se conjugan con el análisis de las diferentes ideas, sensaciones y sentimientos que se generan alrededor de la muerte de una persona amada.
Me gustó el hecho de que fuera un libro tan humano y tan sincero; me gustó también que a pesar de eso Didion no dejara de lado su papel de periodista e investigara sobre lo que estaba viviendo, mostrando que es normal que una situación límite nos genere momentos de irracionalidad o pensamientos insensatos, pero no que destruya nuestra esencia.
Lo que me rompe el corazón con relación a esta historia es lo que pasó después del momento en que finaliza el libro. El año del pensamiento mágico termina con todo en un relativo orden, la vida sigue y solo puede mejorar. Pero hoy sabemos que apenas un año después, Joan Didion perdió a su hija y solo puedo imaginar el dolor de haber recibido dos golpes de esa magnitud en tan poco tiempo. Sobre esta segunda pérdida hay otro libro que tal vez algún día lea.
Somos seres mortales imperfectos, conscientes de esa mortalidad incluso cuando la apartamos a empujones, decepcionados por nuestra misma complejidad, tan incorporada que cuando lloramos a nuestros seres queridos también nos estamos llorando a nosotros mismos, para bien o para mal. A quienes éramos. A quienes ya no somos. Y a quienes no seremos definitivamente un día.