Este libro es tan corto que si digo mucho de él, ya no vale la pena leerlo. No, no es cierto, pero quienes ya han leído a Andrés Felipe Solano saben a qué me refiero, porque este es otro de esos libros que no tienen género, que parece compuesto de anotaciones escritas en un diario sobre un hecho particular, que en este caso es la llegada del COVID-19 a Corea del sur, en donde vive.
Después de leerlo creo que Corea del sur es uno de esos países hechos para una pandemia: con los ciudadanos modelo, el gobierno modelo y las empresas modelo que hicieron lo que debían hacer cuando debían hacerlo. Obviamente no faltan los hechos aislados, como la persona que viajó y no siguió los protocolos, o la iglesia cristiana que se rehúsa a dejar de reunirse y acusa al gobierno de persecución.
En fin, aunque en otras latitudes las cosas sean diferentes, cada uno tiene sus propias preocupaciones y después de este libro estoy más convencida que nunca de que la más grande en Corea del sur es el nivel de vigilancia: ¿hasta dónde estamos dispuestos a entregar nuestra libertad a cambio de seguridad? A mí todavía me cuesta tener que registrarme en las aplicaciones inventadas por el gobierno, pero sé que es un deber y que de todas maneras van a tener mi información.
Como un animal dormido por años, nuestros miedos más primitivos empiezan a despertar y apenas nos damos cuenta.